SAN JOSÉ, Costa Rica, (ACNUR) – Una mesa que reunió a cuatro amigos fue el punto de partida de un creciente debate sobre las realidades ocultas de convivir en la sociedad costarricense. Cada miembro de esta mesa reconoce a Costa Rica como su hogar, sin embargo, solamente uno de ellos es ciudadano costarricense. Desde Nicaragua, Bolivia y Colombia, los otros participantes han venido como migrantes o refugiados en busca de la seguridad o de un mejor futuro.
“Cuando llegué aquí por primera vez, recuerdo a mi vecino cuestionando al propietario de la casa por alquilársela a colombianos”, explica Millerland Angulo, de 20 años, que llegó a Costa Rica hace tres años. “Esta mujer siguió todos los estereotipos y creía que nosotros solamente estamos aquí como traficantes [de drogas] e inevitablemente traeríamos drogas al vecindario. Esta era la forma en la que éramos tratados”.
Situaciones como esta se han vuelto frecuentes en Costa Rica, donde se ha registrado un creciente sentimiento de xenofobia que afecta especialmente a migrantes, solicitantes de asilo y refugiados. Un estudio realizado por el ACNUR en 2010 indicó que el 64% de la población costarricense tiene una opinión desfavorable de refugiados y solicitantes de asilo. Dentro de ese grupo, el 87% afirma que los refugiados impactan directamente a la sociedad de forma negativa y la mayoría de ellos responsabiliza a los migrantes y refugiados por los problemas económicos del país.
Para contrarrestar estas tendencias, un grupo de jóvenes refugiados, migrantes y costarricenses se ha unido en la Red de Jóvenes sin Fronteras, convencidos que está en sus manos buscar una solución. Por ello, integrantes como Millerland han trabajado continuamente para transformar permanentemente la forma en la que los migrantes y refugiados son recibidos en la sociedad costarricense.
Fue la decisión de las Naciones Unidas de declarar el año de agosto 2010 a agosto 2011 el Año Internacional de la Juventud, lo que inspiró el nacimiento de la Red de Jóvenes sin Fronteras. La oficina del ACNUR en Costa Rica decidió entonces realizar una iniciativa que fortalezca la propuesta de que los jóvenes son no solamente los líderes del futuro sino también los líderes del presente. El resultado fue Lazos sin Fronteras, un programa de tres etapas diseñado por y para los jóvenes, para que sean ellos quienes confronten juntos los retos que atraviesan las personas migrantes y refugiadas en su proceso de integración en Costa Rica.
La primera etapa del proyecto consistió en una serie de reuniones realizadas en todo el país con jóvenes migrantes, refugiados y costarricenses, donde se identificaron los principales retos a enfrentar en el tema de integración.
A continuación, entre el 5 y el 7 de febrero de 2011, más de 180 participantes conformaron una conferencia juvenil que discutió los retos identificados. Para el final de la conferencia, se redactó una declaración que resalta los retos de integración comunes para migrantes y refugiados y especificó los objetivos para establecer soluciones duraderas a estas situaciones.
Actualmente, el tercer y último paso de Lazos sin Fronteras es la implementación de los puntos acordados en la Conferencia a través de actividades concretas e iniciativas relacionadas con el tema de integración. “Red de Jóvenes sin Fronteras” fue el nombre elegido por el grupo de jóvenes que deciden actuar para poner en práctica lo acordado en la Conferencia.
“Este proyecto es único por ser la primera vez en la que migrantes, refugiados y costarricenses trabajan juntos por la integración”, dijo Jozef Merkx, representante de ACNUR en Costa Rica. “Es un enfoque innovador para tratar el tema porque, de esta forma, es la misma población interesada la que se involucra y participa en la búsqueda de soluciones. Es una forma estupenda de empoderamiento para estos grupos”.
Apuntar hacia la población juvenil en Costa Rica fue un enfoque particularmente importante para ACNUR, después de que la encuesta realizada revela que es precisamente la población juvenil de Costa Rica, a pesar de su reputación por ser de mente abierta, que es la más influenciada por los estereotipos hacia la población migrante y refugiada. Específicamente, los costarricenses entre 20 y 29 años son quienes más tienden a confundir el término “refugiado”, asociándolo con la huida del país por haber cometido un crimen.
Está claro que la causa principal de la xenofobia en Costa Rica es la falta de educación y concienciación y es precisamente este asunto el que la Red de Jóvenes sin Fronteras se esfuerza por transformar.
“La juventud cuenta con la mayor energía para trabajar. Si existe la voluntad, pueden alcanzar objetivos muy importantes”, dijo Valentina Duque, funcionaria de ACNUR Costa Rica y responsable de la coordinación del programa Lazos sin Fronteras. “Su único limitante es que usualmente los jóvenes no tienen las herramientas e información necesaria para hacer cambios significativos. El programa está diseñado para darles esta oportunidad”.
Actualmente, la Red de Jóvenes sin Fronteras cuenta con unos 70 integrantes que trabajan en formas diferentes para promover la integración y el respeto de los migrantes y refugiados. Sus herramientas principales son el arte, el teatro y los deportes.
Algunas de sus actividades más exitosas incluyeron una presentación estilo “flash mob” en el Día Mundial del Refugiado, en San José, así como la creación de un comercial de televisión para la campaña “Protegé a 1 Refugiado”.
“Lo más importantes es que, en nuestro grupo, no creemos en las fronteras. Nadie es mejor que nadie”, afirma Eduin Jane, costarricense de 25 años y participante de la Red. “Todos podemos tener una nacionalidad diferente, o vivir en un país diferente, pero todos somos ciudadanos de un mismo mundo”.
La Red ya ha generado interés tanto de otros jóvenes y posibles miembros como de otras entidades y organizaciones externas vinculadas al tema. Entre ellas el Parlamento Juvenil Costarricense, el cual se ha comprometido a incluir los objetivos de Lazos sin Fronteras y la Red misma dentro de sus políticas y acciones. Este es un paso importante hacia la incidencia política, fundamental para dar dirección a los retos de integración existentes, entre ellos el acceso a salud, permisos de trabajo y educación para la población migrante y refugiada.
Los miembros de la Red de Jóvenes sin Fronteras esperan que su iniciativa sirva de ejemplo para otros países que experimentan situaciones de xenofobia con población migrante y refugiada.
“Si otros jóvenes alrededor del mundo unen sus fuerzas para hacer algo similar a lo que hacemos nosotros y buscan hacer una diferencia en el mundo, el ideal del cambio puede convertirse en una realidad”, dijo Martha Amada, migrante nicaragüense y apasionada integrante de la Red.
Mientras la Red de Jóvenes sin Fronteras sigue en la lucha por mejorar la integración de migrantes y refugiados en sus comunidades, para sus miembros el mayor logro ha sido el impacto que ha causado en sus vidas y en las de los otros. El grupo ha logrado crear un vínculo tan profundo que entre ellos se consideran una familia, más que una organización. Algunos miembros de la Red han tenido que dejar su hogar y su familia en el proceso de llegar a Costa Rica y este proyecto les ha ofrecido paralelamente la oportunidad de reconstruir una sensación de seguridad.
“Cuando llegué a Costa Rica por primera vez no tenía amigos. Pasaba todo el día mirando televisión y me sentía inútil”, admite Millerland. “Sin embargo, al ser parte de la Red, se me olvida que estoy en Costa Rica y se siente como estar de vuelta en Colombia; por primera vez, me sentí como en casa”.
“Cuando llegué aquí por primera vez, recuerdo a mi vecino cuestionando al propietario de la casa por alquilársela a colombianos”, explica Millerland Angulo, de 20 años, que llegó a Costa Rica hace tres años. “Esta mujer siguió todos los estereotipos y creía que nosotros solamente estamos aquí como traficantes [de drogas] e inevitablemente traeríamos drogas al vecindario. Esta era la forma en la que éramos tratados”.
Situaciones como esta se han vuelto frecuentes en Costa Rica, donde se ha registrado un creciente sentimiento de xenofobia que afecta especialmente a migrantes, solicitantes de asilo y refugiados. Un estudio realizado por el ACNUR en 2010 indicó que el 64% de la población costarricense tiene una opinión desfavorable de refugiados y solicitantes de asilo. Dentro de ese grupo, el 87% afirma que los refugiados impactan directamente a la sociedad de forma negativa y la mayoría de ellos responsabiliza a los migrantes y refugiados por los problemas económicos del país.
Para contrarrestar estas tendencias, un grupo de jóvenes refugiados, migrantes y costarricenses se ha unido en la Red de Jóvenes sin Fronteras, convencidos que está en sus manos buscar una solución. Por ello, integrantes como Millerland han trabajado continuamente para transformar permanentemente la forma en la que los migrantes y refugiados son recibidos en la sociedad costarricense.
Fue la decisión de las Naciones Unidas de declarar el año de agosto 2010 a agosto 2011 el Año Internacional de la Juventud, lo que inspiró el nacimiento de la Red de Jóvenes sin Fronteras. La oficina del ACNUR en Costa Rica decidió entonces realizar una iniciativa que fortalezca la propuesta de que los jóvenes son no solamente los líderes del futuro sino también los líderes del presente. El resultado fue Lazos sin Fronteras, un programa de tres etapas diseñado por y para los jóvenes, para que sean ellos quienes confronten juntos los retos que atraviesan las personas migrantes y refugiadas en su proceso de integración en Costa Rica.
La primera etapa del proyecto consistió en una serie de reuniones realizadas en todo el país con jóvenes migrantes, refugiados y costarricenses, donde se identificaron los principales retos a enfrentar en el tema de integración.
A continuación, entre el 5 y el 7 de febrero de 2011, más de 180 participantes conformaron una conferencia juvenil que discutió los retos identificados. Para el final de la conferencia, se redactó una declaración que resalta los retos de integración comunes para migrantes y refugiados y especificó los objetivos para establecer soluciones duraderas a estas situaciones.
Actualmente, el tercer y último paso de Lazos sin Fronteras es la implementación de los puntos acordados en la Conferencia a través de actividades concretas e iniciativas relacionadas con el tema de integración. “Red de Jóvenes sin Fronteras” fue el nombre elegido por el grupo de jóvenes que deciden actuar para poner en práctica lo acordado en la Conferencia.
“Este proyecto es único por ser la primera vez en la que migrantes, refugiados y costarricenses trabajan juntos por la integración”, dijo Jozef Merkx, representante de ACNUR en Costa Rica. “Es un enfoque innovador para tratar el tema porque, de esta forma, es la misma población interesada la que se involucra y participa en la búsqueda de soluciones. Es una forma estupenda de empoderamiento para estos grupos”.
Apuntar hacia la población juvenil en Costa Rica fue un enfoque particularmente importante para ACNUR, después de que la encuesta realizada revela que es precisamente la población juvenil de Costa Rica, a pesar de su reputación por ser de mente abierta, que es la más influenciada por los estereotipos hacia la población migrante y refugiada. Específicamente, los costarricenses entre 20 y 29 años son quienes más tienden a confundir el término “refugiado”, asociándolo con la huida del país por haber cometido un crimen.
Está claro que la causa principal de la xenofobia en Costa Rica es la falta de educación y concienciación y es precisamente este asunto el que la Red de Jóvenes sin Fronteras se esfuerza por transformar.
“La juventud cuenta con la mayor energía para trabajar. Si existe la voluntad, pueden alcanzar objetivos muy importantes”, dijo Valentina Duque, funcionaria de ACNUR Costa Rica y responsable de la coordinación del programa Lazos sin Fronteras. “Su único limitante es que usualmente los jóvenes no tienen las herramientas e información necesaria para hacer cambios significativos. El programa está diseñado para darles esta oportunidad”.
Actualmente, la Red de Jóvenes sin Fronteras cuenta con unos 70 integrantes que trabajan en formas diferentes para promover la integración y el respeto de los migrantes y refugiados. Sus herramientas principales son el arte, el teatro y los deportes.
Algunas de sus actividades más exitosas incluyeron una presentación estilo “flash mob” en el Día Mundial del Refugiado, en San José, así como la creación de un comercial de televisión para la campaña “Protegé a 1 Refugiado”.
“Lo más importantes es que, en nuestro grupo, no creemos en las fronteras. Nadie es mejor que nadie”, afirma Eduin Jane, costarricense de 25 años y participante de la Red. “Todos podemos tener una nacionalidad diferente, o vivir en un país diferente, pero todos somos ciudadanos de un mismo mundo”.
La Red ya ha generado interés tanto de otros jóvenes y posibles miembros como de otras entidades y organizaciones externas vinculadas al tema. Entre ellas el Parlamento Juvenil Costarricense, el cual se ha comprometido a incluir los objetivos de Lazos sin Fronteras y la Red misma dentro de sus políticas y acciones. Este es un paso importante hacia la incidencia política, fundamental para dar dirección a los retos de integración existentes, entre ellos el acceso a salud, permisos de trabajo y educación para la población migrante y refugiada.
Los miembros de la Red de Jóvenes sin Fronteras esperan que su iniciativa sirva de ejemplo para otros países que experimentan situaciones de xenofobia con población migrante y refugiada.
“Si otros jóvenes alrededor del mundo unen sus fuerzas para hacer algo similar a lo que hacemos nosotros y buscan hacer una diferencia en el mundo, el ideal del cambio puede convertirse en una realidad”, dijo Martha Amada, migrante nicaragüense y apasionada integrante de la Red.
Mientras la Red de Jóvenes sin Fronteras sigue en la lucha por mejorar la integración de migrantes y refugiados en sus comunidades, para sus miembros el mayor logro ha sido el impacto que ha causado en sus vidas y en las de los otros. El grupo ha logrado crear un vínculo tan profundo que entre ellos se consideran una familia, más que una organización. Algunos miembros de la Red han tenido que dejar su hogar y su familia en el proceso de llegar a Costa Rica y este proyecto les ha ofrecido paralelamente la oportunidad de reconstruir una sensación de seguridad.
“Cuando llegué a Costa Rica por primera vez no tenía amigos. Pasaba todo el día mirando televisión y me sentía inútil”, admite Millerland. “Sin embargo, al ser parte de la Red, se me olvida que estoy en Costa Rica y se siente como estar de vuelta en Colombia; por primera vez, me sentí como en casa”.
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