OPINIÓN de Teodoro Rentería Arróyave
LOS ÁNGELES, CALFORNIA, ESTADOS UNIDOS. Hemos visitado una a una las grandezas de las naciones recorridas, entre otras la Muralla China de Beijing; el Palacio de Potala del Tíbet; el Tal Mahal de Jaipur, India; el Kremlin, fortaleza, en Moscú y el Hermitage en San Petersburgo, Rusia, así como la maravilla de la naturaleza, el Everest en Kathmandú, Nepal.
La pregunta obligada: ¿Valió la pena? ¿Valió la esclavitud, la sangre y las vidas de tantos seres humanos para que las generaciones venideras se sorprendan y se llenen de gozo ante el portento y la magnificencia de esas construcciones?
La Muralla China la hemos subido varias veces en sus entradas permitidas y hemos gozado de una vista incomparable desde sus fuertes y cuarteles. Tiene una extensión de casi 9 mil kilómetros, es una muralla que se construyó para la defensa de la ciudad en más de un siglo con la mano de obra forzada de los prisioneros. La historia registra que murieron más de 10 millones de trabajadores en su construcción.
El Potala o Templo de Lhasa fue la residencia de los Dalai Lama desde el V en el Siglo XVI, hasta la expulsión del actual. El monumental edificio se ubica sobre la montaña Hongshan, a una altura de 3.650 metros sobre el nivel del mar. Abarca un área de 410.000 metros cuadrados y tiene una superficie edificada de 130.000 metros cuadrados, se construyó con la fe o el fanatismo de miles de creyentes para que ahí residieran los Dalai Lamas a quien aún ahora los consideran dioses reencarnados. Es la realeza de la fe.
El Tal Mahal, es “El Monumento del Amor”, como lo dejamos consignado, es una de las maravillas del mundo, en India dicen que es la primera. Es un mausoleo que ordenó construir el Maharajá Sha Jehan a la memoria de su joven esposa Mumatz. El edificio de mármol con tallados e incrustaciones de piedras semipreciosas es de una perfecta armonía que asombra a todo aquel que lo visita, completa el cuadro el estanque que le antecede. Ahora el monarca acompaña en el sueño eterno a su cónyuge.
El Kremlin, fortaleza en ruso, no es la Plaza Roja como se cree, ésta se ubica fuera de sus contornos cuyas construcciones la embellecen justamente con otras edificaciones como la famosa Catedral de San Basilio.
Los zares, zarinas y su corte necesitaban de protección pero todo dentro de una suntuosidad desbordante. La Catedral de coloridas cúpulas de cebolla, fue ordenada construir por el Zar Iván el Terrible para celebrar una de sus conquistas. La leyenda dice que Iván ordenó que les sacaran los ojos al arquitecto Póstnik Yákovlev y a cuatro de sus colegas para evitar que proyectara una construcción que pudiera superar a esta.
El Palacio del Hermitage, de la palabra francesa ermitage, ermita, hoy Museo del Hermitage, el segundo en tamaño y la cuarta pinacoteca del mundo, fue construido por órdenes de Catalina La Grande.
En el año 1764, Catalina compró una colección de 225 cuadros de pintura holandesa y flamenca en Berlín a Johann Ernest Gotzkowski. Fue entonces cuando comenzó a decorar el palacio con todo tipo de obras de arte que iba adquiriendo provenientes de Europa Occidental. Sólo el comedor estaba adornado con 92 cuadros. Los diplomáticos rusos en Europa estaban encargados de comprar todo tipo de objetos, cuadros, joyas, libros, documentos, para llevar al Palacio de Invierno. Fue el inicio del Museo.
Son muchas obras encantadoras y deslumbrantes que visitamos, sin embargo la pregunta persiste: ¿Valió la pena? ¿Valió tanto esfuerzo esclavizado, tanta sangre y tantas vidas? La respuesta es definitivamente ¡No! Sin embargo la realidad es otra, ahí están las obras que también muestran el talento y la inteligencia de la humanidad, que sean para siempre la herencia sublime de la humanidad para la humanidad misma Así concluimos estas reseñas de viaje.
LOS ÁNGELES, CALFORNIA, ESTADOS UNIDOS. Hemos visitado una a una las grandezas de las naciones recorridas, entre otras la Muralla China de Beijing; el Palacio de Potala del Tíbet; el Tal Mahal de Jaipur, India; el Kremlin, fortaleza, en Moscú y el Hermitage en San Petersburgo, Rusia, así como la maravilla de la naturaleza, el Everest en Kathmandú, Nepal.
La pregunta obligada: ¿Valió la pena? ¿Valió la esclavitud, la sangre y las vidas de tantos seres humanos para que las generaciones venideras se sorprendan y se llenen de gozo ante el portento y la magnificencia de esas construcciones?
La Muralla China la hemos subido varias veces en sus entradas permitidas y hemos gozado de una vista incomparable desde sus fuertes y cuarteles. Tiene una extensión de casi 9 mil kilómetros, es una muralla que se construyó para la defensa de la ciudad en más de un siglo con la mano de obra forzada de los prisioneros. La historia registra que murieron más de 10 millones de trabajadores en su construcción.
El Potala o Templo de Lhasa fue la residencia de los Dalai Lama desde el V en el Siglo XVI, hasta la expulsión del actual. El monumental edificio se ubica sobre la montaña Hongshan, a una altura de 3.650 metros sobre el nivel del mar. Abarca un área de 410.000 metros cuadrados y tiene una superficie edificada de 130.000 metros cuadrados, se construyó con la fe o el fanatismo de miles de creyentes para que ahí residieran los Dalai Lamas a quien aún ahora los consideran dioses reencarnados. Es la realeza de la fe.
El Tal Mahal, es “El Monumento del Amor”, como lo dejamos consignado, es una de las maravillas del mundo, en India dicen que es la primera. Es un mausoleo que ordenó construir el Maharajá Sha Jehan a la memoria de su joven esposa Mumatz. El edificio de mármol con tallados e incrustaciones de piedras semipreciosas es de una perfecta armonía que asombra a todo aquel que lo visita, completa el cuadro el estanque que le antecede. Ahora el monarca acompaña en el sueño eterno a su cónyuge.
El Kremlin, fortaleza en ruso, no es la Plaza Roja como se cree, ésta se ubica fuera de sus contornos cuyas construcciones la embellecen justamente con otras edificaciones como la famosa Catedral de San Basilio.
Los zares, zarinas y su corte necesitaban de protección pero todo dentro de una suntuosidad desbordante. La Catedral de coloridas cúpulas de cebolla, fue ordenada construir por el Zar Iván el Terrible para celebrar una de sus conquistas. La leyenda dice que Iván ordenó que les sacaran los ojos al arquitecto Póstnik Yákovlev y a cuatro de sus colegas para evitar que proyectara una construcción que pudiera superar a esta.
El Palacio del Hermitage, de la palabra francesa ermitage, ermita, hoy Museo del Hermitage, el segundo en tamaño y la cuarta pinacoteca del mundo, fue construido por órdenes de Catalina La Grande.
En el año 1764, Catalina compró una colección de 225 cuadros de pintura holandesa y flamenca en Berlín a Johann Ernest Gotzkowski. Fue entonces cuando comenzó a decorar el palacio con todo tipo de obras de arte que iba adquiriendo provenientes de Europa Occidental. Sólo el comedor estaba adornado con 92 cuadros. Los diplomáticos rusos en Europa estaban encargados de comprar todo tipo de objetos, cuadros, joyas, libros, documentos, para llevar al Palacio de Invierno. Fue el inicio del Museo.
Son muchas obras encantadoras y deslumbrantes que visitamos, sin embargo la pregunta persiste: ¿Valió la pena? ¿Valió tanto esfuerzo esclavizado, tanta sangre y tantas vidas? La respuesta es definitivamente ¡No! Sin embargo la realidad es otra, ahí están las obras que también muestran el talento y la inteligencia de la humanidad, que sean para siempre la herencia sublime de la humanidad para la humanidad misma Así concluimos estas reseñas de viaje.