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Jóvenes poetas de África sacan su corazón a escena



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Nairobi, 24 ene (EFE).- Mirada al suelo, encogida; toma aire, sujeta el micrófono, vista -fija- al frente y despega: "¿Es el privilegio musulmán ser llamado terrorista antes que por tu propio nombre?". Hablando desde el corazón, de su identidad musulmana, Aminatuzahra Kalebi se alza como campeona del Slam Poetry Africa.

Amina, con tan solo 20 años, se ha ganado a un público que ella pensaba que le iba a criticar por hablar de islamofobia subida al escenario del Teatro Nacional de Nairobi con su hiyab negro y su delicado vestido blanco de flores, o a juzgar por abrir su corazón en canal y confesar que no puede mirarse al espejo porque se ve gorda o el miedo que le produce su reciente embarazo.

"¿Es el privilegio musulmán ser definida por la piel que visto? / ¿Son las dificultades a las que nos enfrentamos al ser mujeres musulmanas que usan hiyab por elección? / ¿El tratar de no fruncir el ceño cada vez que nos preguntan si estamos oprimidas?"

"Este poema lo escribí porque estas experiencias me han estado pasando durante tanto tiempo, y ayer sentí que iba a estallar si no contaba lo que está pasando", explica a Efe esta joven estudiante de Psicología.

Esta keniana era la primera vez que competía, como la mayoría de sus contrincantes, que dejaron sobre el escenario sus miedos, sus inquietudes, denunciaron injusticias y arrancaron carcajadas, lágrimas y aplausos del público que acudió a ver este recital de poesía, donde los concursantes compiten en varias rondas y ante un jurado.

CULTURA ORAL

"Los recitales de poesía evocan la antigua cultura oral y por eso tienen tan buena acogida", señala la artista de la palabra hablada y excampeona del Slam Poetry Africa Raya Wambui.

Mientras que la literatura europea y occidental están más hechas para la lectura -explica Wambui, en un taller para jóvenes escritores-, la africana es más oral, con frases más cortas y valora más el sonido y la musicalidad de las oraciones.

Es la herencia de las poetas somalís, los "griots" que acudían a contar historias a las cortes reales del Sahel, los cuentos populares igbos de Nigeria o los "imbongi" y sus cantares de gestas del sur de África; y de los afamados "proverbios africanos".

Aunque el inglés fue el idioma preferido en la competición -y lo suele ser entre los grandes literatos africanos- en el escenario se escuchó suajili, o su versión de las calles kenianas, el sheng, y también portugués mozambiqueño.

"Desde el colonialismo, la gente no podía expresarse", dice Wambui. Cuando ella era pequeña, no se podían hacer bromas políticas o criticar al poder, pero ahora los jóvenes hablan sin tapujos de la corrupción en la justicia, de cómo la Policía asesina en las calles según la ropa que lleves o de las guerras que desangran sus países.

O de la africanidad, como el mozambiqueño João Nguenha:

"Mi nombre es África, / construido en torno a un festival de peleas y batallas sin lema, / con las materias primas con las que se escribe este poema. / Eso, me africaniza".

O del sentimiento de no pertenencia, de la crisis de identidad de quien migró, como la que le suscita la pregunta "No, pero ¿de dónde eres de verdad?" a Imou Dolphine desde hace años:

"En Zambia, extranjera. / En Uganda, extranjera. / En Kenia, extranjera. / Siempre inmigrante, nunca en casa. / ¿Dónde está mi casa?"

"No sabía lo triste que me ponía hasta que me senté a escribir" estos versos, alega esta joven de 22 años, que ha quedado cuarta en la competición y se presentó de rebote porque ella solo pensaba acudir de público.

JÓVENES CONCIENCIADOS

Es el último de la primera ronda, y todo el mundo corea su nombre aún cuando no ha comenzado a actuar. Un chaval de altura media, pantalones bombachos claros y chaqueta vaquera roja entra en escena:

"¿Qué le digo a mi hija? / ¿Que no puede ponerse lo que quiera porque a alguien en la calle le puede gustar demasiado?".

Y el público rompe en chasqueos de dedos, ya que los aplausos se reservan para el final de la actuación. Sólo 19 años, y Ellie Poet está rompiendo tabúes, en un alegato contra los abusos sexuales que tan frecuentemente sufren las mujeres.

"Sólo estaba tratando de ponerme en la piel de una mujer y tratar de abordar lo que pasan porque siento que cuando las mujeres lo dicen, no les hacen caso, pero cuando un tipo lo dice, se toma como que se ha llegado a un punto crítico", asevera este estudiante universitario de Inglés.

No es sólo él, son sus compañeras hablando de cómo los estereotipos les dañan psicológicamente. De Amina, que cree que debería estar más delgada, y de Imou que está cansada de que le digan que debería comer más:

"Esta chica pequeña necesita comer más para pasar de ser fea-fea a medio-fea. / Esta chica pequeña es demasiado delgada. / Mi mente y mi estómago han estado en guerra durante años, una batalla constante en la que mi estómago siempre está perdiendo".

La inspiración, según coinciden todos ellos, llega de cualquier sitio: del amor, de una canción, de una charla con amigos, o hasta de unos zapatos en un escaparate; de las ganas de sacar fuera lo que tienen dentro.

La joven Violet Bijura habla de agonía:

"He tratado de meditar esta mañana, pero cuando me senté, todo lo que podía pensar era cómo mi columna vertebral logra sostener todas las mentiras que cuento y aún no se ha derrumbado / Me pregunto cómo mis pulmones no han entendido aún el mensaje de que no quiero estar viva, aún después de tantos paquetes de cigarrillos / Me pregunto si mi hígado está tramando venganza. / Me pregunto si este corazón está cansado".

Porque como la tormenta que persigue a muchos poetas, no podían faltar el desasosiego y la falta de ganas de vivir. Nada que no cure la poesía.

Irene Escudero

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