Durante la sempiterna y devastadora sequía que se ha cebado con Afganistán, Norudin, un pastor, ha observado con impotencia cómo su rebaño de un centenar de ovejas poco a poco moría de sed y hambre.
El año pasado, en vez de dejar que sus apreciadas criaturas murieran lentamente en las secas laderas de la provincia de Balj, en el norte del país, Norudin tomó la decisión de matar a casi todo el resto.
"¡Las degollé!", confesó el pastor de 65 años. "Su carne era inútil, por lo que se la echamos a los perros", explicó.
Conversando con la AFP en un mercado ganadero en las afueras de Mazar-i-Sharif, capital de la provincia de Balj, Norudin ha sido una de las numerosas personas damnificadas, en tanto debido a que el cambiante clima en Afganistán afecta a los agricultores y causa estragos en otras actividades tradicionales, como el tejido de alfombras.
Por su parte, los expertos advierten que la situación sólo tiende a empeorar, puesto que Afganistán es uno de los países más vulnerables al cambio climático, a pesar de que solamente es responsable del 0,1% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el planeta.
"He visto varias sequías antes, pero ninguna tan dura como la del año pasado", destacó el intermediario de ganado Mirza, de 45 años, quien, como muchos habitantes del lugar, sólo utiliza un nombre.
"La mayoría de los ganaderos no podía permitirse comprar comida para sus animales. Muchas ovejas y otros animales murieron de hambre y sed en las montañas y en el desierto", añadió.
Mohamed Aref, un joven pastor de 19 años que cría ovejas de raza karakul, célebres por sus pieles con lana suave y rizada que se transforman en sombreros tradicionales, destacó que el año pasado los criadores vendieron sus animales con pena sus animales famélicos y demacrados a los carniceros, que tiraron sus cueros en otras circunstancias tan apreciados.
"La mayoría entre nosotros sufrimos grandes pérdidas", comentó Aref en una fría mañana invernal con el ruidoso mercado en plena actividad.
"Tampoco podemos permitirnos comprar más (ganado) por lo que muestras vidas están arruinadas", se lamenta.
En tanto las lluvias leves de octubre aliviaron en algo los problemas más perentorios de algunos, la sequía se ha vuelto a imponer.
Preguntados si les preocupa el próximo año, varios ganaderos dieron al unísono una típica respuesta afgana.
"Si hay una sequía, Dios decidirá, por lo cual no me preocupo", señaló por ejemplo Aynodin.
- Notable aumento de las temperaturas -
Aref y otros habitantes de Balj no tenían la menor idea sobre el cambio climático, a diferencia de los de otros lugares con mayor acceso a la información y a la educación, pero ven cómo sus características tradicionales están cambiando.
La última gran sequía que recuerdan tuvo lugar hace aproximadamente una década. Antes de ésta, sólo hubo una medio siglo atrás, dijeron.
"Sufrimos una sequía hace unos 12 años", recordó Aynodin, de 68 años, otro pastor de ovejas karakul, "pero el año pasado fue la peor" de todas.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), alrededor del 80% de los afganos dependen económicamente de cultivos de secano y de la cría de animales.
Para las próximas cuatro décadas, los científicos predicen para Afganistán una disminución de las precipitaciones y un aumento medio de las temperaturas de 4 ºC respecto a 1999, destacó el PNUD.
La agencia también advirtió que a partir del próximo año, la sequía podría considerarse la norma, provocando una mayor desertificación y, por lo tanto, una gran pérdida de tierras cultivables.
Y, peor aún, los problemas solo se agravan con la eventual llegada de las lluvias. En la primavera pasada, las repentinas inundaciones devastaron pueblos y campos enteros.
Al analizar las operaciones de ayuda del año pasao, la ONU destacó que casi la mitad de los habitantes de las áreas rurales en Afganistán ahora enfrentan cierto nivel de inseguridad alimentaria. Esto en un país en el que el desempleo y la pobreza son los principales impulsores de la guerra.
La Iniciativa de Adaptación Mundial, liderada por la universidad estadounidense de Notre Dame, clasifica actualmente a Afganistán en el puesto 173º entre 181 países en términos de vulnerabilidad ante el cambio climático y su capacidad de adaptación (más atrás en la lista implica mayorn vulnerabilidad).
El costo humano queda en evidencia en un campamento para desplazados internos ubicado a las afueras de Mazar-i-Sharif, donde las hileras de tiendas blancas de la ONU albergan a centenares de familias y la fuente principal de agua es un gran tanque comunal...
El año pasado, en vez de dejar que sus apreciadas criaturas murieran lentamente en las secas laderas de la provincia de Balj, en el norte del país, Norudin tomó la decisión de matar a casi todo el resto.
"¡Las degollé!", confesó el pastor de 65 años. "Su carne era inútil, por lo que se la echamos a los perros", explicó.
Conversando con la AFP en un mercado ganadero en las afueras de Mazar-i-Sharif, capital de la provincia de Balj, Norudin ha sido una de las numerosas personas damnificadas, en tanto debido a que el cambiante clima en Afganistán afecta a los agricultores y causa estragos en otras actividades tradicionales, como el tejido de alfombras.
Por su parte, los expertos advierten que la situación sólo tiende a empeorar, puesto que Afganistán es uno de los países más vulnerables al cambio climático, a pesar de que solamente es responsable del 0,1% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el planeta.
"He visto varias sequías antes, pero ninguna tan dura como la del año pasado", destacó el intermediario de ganado Mirza, de 45 años, quien, como muchos habitantes del lugar, sólo utiliza un nombre.
"La mayoría de los ganaderos no podía permitirse comprar comida para sus animales. Muchas ovejas y otros animales murieron de hambre y sed en las montañas y en el desierto", añadió.
Mohamed Aref, un joven pastor de 19 años que cría ovejas de raza karakul, célebres por sus pieles con lana suave y rizada que se transforman en sombreros tradicionales, destacó que el año pasado los criadores vendieron sus animales con pena sus animales famélicos y demacrados a los carniceros, que tiraron sus cueros en otras circunstancias tan apreciados.
"La mayoría entre nosotros sufrimos grandes pérdidas", comentó Aref en una fría mañana invernal con el ruidoso mercado en plena actividad.
"Tampoco podemos permitirnos comprar más (ganado) por lo que muestras vidas están arruinadas", se lamenta.
En tanto las lluvias leves de octubre aliviaron en algo los problemas más perentorios de algunos, la sequía se ha vuelto a imponer.
Preguntados si les preocupa el próximo año, varios ganaderos dieron al unísono una típica respuesta afgana.
"Si hay una sequía, Dios decidirá, por lo cual no me preocupo", señaló por ejemplo Aynodin.
- Notable aumento de las temperaturas -
Aref y otros habitantes de Balj no tenían la menor idea sobre el cambio climático, a diferencia de los de otros lugares con mayor acceso a la información y a la educación, pero ven cómo sus características tradicionales están cambiando.
La última gran sequía que recuerdan tuvo lugar hace aproximadamente una década. Antes de ésta, sólo hubo una medio siglo atrás, dijeron.
"Sufrimos una sequía hace unos 12 años", recordó Aynodin, de 68 años, otro pastor de ovejas karakul, "pero el año pasado fue la peor" de todas.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), alrededor del 80% de los afganos dependen económicamente de cultivos de secano y de la cría de animales.
Para las próximas cuatro décadas, los científicos predicen para Afganistán una disminución de las precipitaciones y un aumento medio de las temperaturas de 4 ºC respecto a 1999, destacó el PNUD.
La agencia también advirtió que a partir del próximo año, la sequía podría considerarse la norma, provocando una mayor desertificación y, por lo tanto, una gran pérdida de tierras cultivables.
Y, peor aún, los problemas solo se agravan con la eventual llegada de las lluvias. En la primavera pasada, las repentinas inundaciones devastaron pueblos y campos enteros.
Al analizar las operaciones de ayuda del año pasao, la ONU destacó que casi la mitad de los habitantes de las áreas rurales en Afganistán ahora enfrentan cierto nivel de inseguridad alimentaria. Esto en un país en el que el desempleo y la pobreza son los principales impulsores de la guerra.
La Iniciativa de Adaptación Mundial, liderada por la universidad estadounidense de Notre Dame, clasifica actualmente a Afganistán en el puesto 173º entre 181 países en términos de vulnerabilidad ante el cambio climático y su capacidad de adaptación (más atrás en la lista implica mayorn vulnerabilidad).
El costo humano queda en evidencia en un campamento para desplazados internos ubicado a las afueras de Mazar-i-Sharif, donde las hileras de tiendas blancas de la ONU albergan a centenares de familias y la fuente principal de agua es un gran tanque comunal...
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