Madrid, 21 mar (EFE).- Cuando se decretó el estado de alarma por el coronavirus, Álvaro, policía nacional, no estaba de servicio. Dos días más tarde salió a patrullar en el "Z" y no pudo evitar sentir "tristeza", "pena", incluso "angustia", al recorrer las calles de su ciudad casi vacías. No vio niños y eso le sobrecogió. Pero había que seguir, era imprescindible.
Álvaro está destinado en el área de Seguridad Ciudadana de una ciudad del norte de España y trabaja a turnos, ahora algo más flexibles por la pandemia. Personalmente, como cualquier ciudadano, tiene miedo al coronavirus, pero cuando sale a trabajar ya no piensa en ello, solo en que forma parte de un servicio esencial, más aún en una situación como la actual.
Este agente, que prefiere no dar su nombre real ni el de la ciudad donde trabaja, relata a Efe que esas sensaciones de tristeza del primer momento las aparcó hasta el final de su jornada, porque era consciente, como lo son todos sus compañeros -enfatiza- de que forma parte de esos servicios imprescindibles que un Estado tiene que mantener en una crisis sanitaria tan grave como esta.
Comenzó su jornada con una nueva planificación. Tendrían turnos estancos, siempre el mismo y con el mismo compañero, evitando el menor contacto posible con el relevo.
Explica a Efe que ellos mismos desinfectan el vehículo radipatrulla que han utilizado los agentes del turno anterior y con gel hidro-alcohólico y papel que se lleva de casa limpia el volante, el equipo de trasmisiones y las zonas que más se manipulan.
Por ahora cuentan con guantes de nitrilo, pero como recuerda Álvaro, también se contaminan y hay que desecharlos enseguida. También tiene mascarilla, tipo quirófano, pero la Policía no les ha dotado de las tipo FFP2 o FFP3, que les serían más útiles. Algún compañero se la compró a tiempo, porque "ahora es imposible encontrar".
Ya hay 157 agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil infectados por coronavirus. Además, dos miembros de instituto armado han fallecido.
Las fuerzas de seguridad están expuestas a este riesgo y sus mandos han intentado flexibilizar las condiciones laborales para que estén expuestos "el mínimo tiempo posible" pero, a la vez, tener "la máxima disponibilidad". "Para que cuando vayamos cayendo, tener agentes de repuesto. Así de duro", añade Álvaro.
El primer día de trabajo tras el decreto del estado de alarma, este policía tuvo turno de 15.00 a 22.00 horas. Era martes, pero parecía una tarde de invierno de domingo, pero más triste, sin niños, ni casi gente en la calle.
Contaba el agente con un resumen de las medidas restrictivas del decreto que le habían facilitado en la comisaría, aunque él ya se lo había empollado.
Su primera intervención se produjo tras una llamada en la que se avisaba de que dos indigentes se habían metido en un patio de un edificio público. Querían estar tranquilos. "Ya les conocíamos. Hablamos con ellos y les explicamos que dada la situación, no podían estar juntos y que, además, la gente llamaría si les veían".
Varias fueron las intervenciones relacionadas con pequeños grupos de adolescentes que se juntaban en parques, contraviniendo el decreto del Gobierno.
Otra de las actuaciones fue para mediar en una discusión de vecinos puerta con puerta, Al parecer, tenían rencillas anteriores y el encierro hizo saltar la chispa, opina este agente, a quien esta intervención le hizo pensar en lo que puede ocurrir si el confinamiento se prolonga mucho tiempo.
El policía recuerda que el 90 por ciento de las intervenciones de los "Z", al menos en su ciudad, son de mediación y asistenciales, sin detenidos ni diligencias.
Asistenciales como la que realizaron a continuación porque una señora mayor se había caído en la casa y no podía levantarse, prosigue el agente, quien destaca el alto número de consultas de ciudadanos que les preguntan si pueden ir a visitar a sus mayores. Pese a que está permitido, Álvaro augura un descenso importante de las visitas.
"Una señora nos preguntó su podía desplazarse a su pueblo para visitar a su padre que sufre Alzheimer", relata
Llamadas por bares abiertos de forma clandestina y alguna incluso divertida, como la de un hombre que llamó a la Policía para decir que no aguantaba a su mujer y que quería marcharse de casa.
Álvaro está destinado en el área de Seguridad Ciudadana de una ciudad del norte de España y trabaja a turnos, ahora algo más flexibles por la pandemia. Personalmente, como cualquier ciudadano, tiene miedo al coronavirus, pero cuando sale a trabajar ya no piensa en ello, solo en que forma parte de un servicio esencial, más aún en una situación como la actual.
Este agente, que prefiere no dar su nombre real ni el de la ciudad donde trabaja, relata a Efe que esas sensaciones de tristeza del primer momento las aparcó hasta el final de su jornada, porque era consciente, como lo son todos sus compañeros -enfatiza- de que forma parte de esos servicios imprescindibles que un Estado tiene que mantener en una crisis sanitaria tan grave como esta.
Comenzó su jornada con una nueva planificación. Tendrían turnos estancos, siempre el mismo y con el mismo compañero, evitando el menor contacto posible con el relevo.
Explica a Efe que ellos mismos desinfectan el vehículo radipatrulla que han utilizado los agentes del turno anterior y con gel hidro-alcohólico y papel que se lleva de casa limpia el volante, el equipo de trasmisiones y las zonas que más se manipulan.
Por ahora cuentan con guantes de nitrilo, pero como recuerda Álvaro, también se contaminan y hay que desecharlos enseguida. También tiene mascarilla, tipo quirófano, pero la Policía no les ha dotado de las tipo FFP2 o FFP3, que les serían más útiles. Algún compañero se la compró a tiempo, porque "ahora es imposible encontrar".
Ya hay 157 agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil infectados por coronavirus. Además, dos miembros de instituto armado han fallecido.
Las fuerzas de seguridad están expuestas a este riesgo y sus mandos han intentado flexibilizar las condiciones laborales para que estén expuestos "el mínimo tiempo posible" pero, a la vez, tener "la máxima disponibilidad". "Para que cuando vayamos cayendo, tener agentes de repuesto. Así de duro", añade Álvaro.
El primer día de trabajo tras el decreto del estado de alarma, este policía tuvo turno de 15.00 a 22.00 horas. Era martes, pero parecía una tarde de invierno de domingo, pero más triste, sin niños, ni casi gente en la calle.
Contaba el agente con un resumen de las medidas restrictivas del decreto que le habían facilitado en la comisaría, aunque él ya se lo había empollado.
Su primera intervención se produjo tras una llamada en la que se avisaba de que dos indigentes se habían metido en un patio de un edificio público. Querían estar tranquilos. "Ya les conocíamos. Hablamos con ellos y les explicamos que dada la situación, no podían estar juntos y que, además, la gente llamaría si les veían".
Varias fueron las intervenciones relacionadas con pequeños grupos de adolescentes que se juntaban en parques, contraviniendo el decreto del Gobierno.
Otra de las actuaciones fue para mediar en una discusión de vecinos puerta con puerta, Al parecer, tenían rencillas anteriores y el encierro hizo saltar la chispa, opina este agente, a quien esta intervención le hizo pensar en lo que puede ocurrir si el confinamiento se prolonga mucho tiempo.
El policía recuerda que el 90 por ciento de las intervenciones de los "Z", al menos en su ciudad, son de mediación y asistenciales, sin detenidos ni diligencias.
Asistenciales como la que realizaron a continuación porque una señora mayor se había caído en la casa y no podía levantarse, prosigue el agente, quien destaca el alto número de consultas de ciudadanos que les preguntan si pueden ir a visitar a sus mayores. Pese a que está permitido, Álvaro augura un descenso importante de las visitas.
"Una señora nos preguntó su podía desplazarse a su pueblo para visitar a su padre que sufre Alzheimer", relata
Llamadas por bares abiertos de forma clandestina y alguna incluso divertida, como la de un hombre que llamó a la Policía para decir que no aguantaba a su mujer y que quería marcharse de casa.
No sabe si la violencia machista también puede repuntar en estos días de reclusión forzosa, pero lo cierto es que en su comisaría cada día hay dos o tres detenidos y en su primera jornada no hubo ninguno.
En cualquier caso, Álvaro cree que es pronto para saber si el confinamiento y la crisis económica que acarrean las medidas del decreto, con el cierre de pequeños negocios, redundarán en un aumento de los delitos (pillaje, robos, violencia machista, reyertas familiares...).
Mientras, este agente pide protección contra el coronavirus para los policías, porque son esenciales, pero también, porque también lo son, para los sanitarios, los cajeros de supermercados, los camioneros.., para todos los que, como él, se exponen, porque para ellos el QuedateEnCasa no vale.
"Hay que mantenerlos como sea y protegerles", al menos con "unos mínimos", apostilla.
Y en el caso de la Policía, demanda al menos una mascarilla FFP2 para cada agente, que se les instruya en cómo conservarlas o esterilizarlas si se puede, y gafas de protección. De momento, él usa las de la bici.
¿Tienes miedo a contagiarte?, le preguntamos. "Solo por mi hijo, por si me pasa algo a mi. Tengo miedo al futuro de mi hijo", responde.
Sagrario Ortega
(c) Agencia EFE
En cualquier caso, Álvaro cree que es pronto para saber si el confinamiento y la crisis económica que acarrean las medidas del decreto, con el cierre de pequeños negocios, redundarán en un aumento de los delitos (pillaje, robos, violencia machista, reyertas familiares...).
Mientras, este agente pide protección contra el coronavirus para los policías, porque son esenciales, pero también, porque también lo son, para los sanitarios, los cajeros de supermercados, los camioneros.., para todos los que, como él, se exponen, porque para ellos el QuedateEnCasa no vale.
"Hay que mantenerlos como sea y protegerles", al menos con "unos mínimos", apostilla.
Y en el caso de la Policía, demanda al menos una mascarilla FFP2 para cada agente, que se les instruya en cómo conservarlas o esterilizarlas si se puede, y gafas de protección. De momento, él usa las de la bici.
¿Tienes miedo a contagiarte?, le preguntamos. "Solo por mi hijo, por si me pasa algo a mi. Tengo miedo al futuro de mi hijo", responde.
Sagrario Ortega
(c) Agencia EFE