El Salvador está en plena campaña de fumigaciones para evitar la propagación de una plaga de langosta voladora que podría arruinar las cosechas cuando son tal vez más necesarias que nunca: en un año maldito marcado por las inundaciones y la crisis económica que ha provocado la pandemia de la COVID-19. Ayudado por drones, un ejército de fumigadores bombardea los brotes localizados en los departamentos de San Vicente y Usulután. Las langostas son aún muy jóvenes y su movilidad es reducida. Dejarlas desarrollarse supone un riesgo que nadie quiere correr:
"Consideramos que eliminando este brote estamos evitando que se forme una manga y que nos vaya a destruir los cultivos", explica Jorge Díaz, agrónomo encargado del control de la plaga.
Siempre en primera línea de fuego, el presidente Bukele ha ordenado que la vigilancia se refuerce en las fronteras con Guatemala, Honduras y Nicaragua, y ha ofrecido ayuda a esos países para atacar los brotes que pueda localizar y así evitar que "en un solo día", las langostas, estén en El Salvador. También ha prometido resarcir a los agricultores que pierdan sus cosechas debido a la plaga o a la fumigación masiva de sus campos.
"Consideramos que eliminando este brote estamos evitando que se forme una manga y que nos vaya a destruir los cultivos", explica Jorge Díaz, agrónomo encargado del control de la plaga.
Siempre en primera línea de fuego, el presidente Bukele ha ordenado que la vigilancia se refuerce en las fronteras con Guatemala, Honduras y Nicaragua, y ha ofrecido ayuda a esos países para atacar los brotes que pueda localizar y así evitar que "en un solo día", las langostas, estén en El Salvador. También ha prometido resarcir a los agricultores que pierdan sus cosechas debido a la plaga o a la fumigación masiva de sus campos.
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