Los trabajadores recogen sal de una de las salinas más antiguas de Europa en Ston, un pequeño pueblo de la costa adriática de Croacia. El método ha cambiado poco a lo largo de los siglos: el viento y el sol ayudan a evaporar los charcos de agua de mar, dejando la sal. Después se recoge con una pala y se transporta en pequeños vagones a los almacenes para su secado.
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