Tenderos del Rastro de Madrid se plantan ante el "bloqueo" del Ayuntamiento - Sputnik
Este mercadillo al aire libre de la capital de España acoge alrededor de un millar de puestos y es parte de su patrimonio cultural. El COVID-19 lo ha paralizado, sin planes de regreso.
"Hoy, 23 de agosto, estamos por octavo domingo consecutivo reivindicando que se reabra ya el Rastro de Madrid. Queremos que nos escuche el Ayuntamiento", arenga Mayka Torralbo en un mensaje que circula de móvil en móvil entre los afectados por el cierre de este espacio mítico de la capital española. La pandemia de COVID-19 y el "bloqueo" posterior por parte del consistorio lo abocan al abismo, aseguran. "Son 1.000 familias sin poder trabajar desde hace seis meses", insiste a Sptunik esta tendera de 58 años que lleva 42 comerciando ropa de diseño y que aprovecha cada nueva jornada en blanco para alzar la voz.
Pide, como vicepresidenta de la asociación El Rastro Punto Es (que congrega al 60%), una solución para los miembros de este mercadillo al aire libre. La última protesta, el 23 de agosto señalado, se llevó a cabo con un mural de fotos recorriendo la historia del Rastro, cuyo origen se remonta a 1740, "para visibilizar que el Rastro es un mundo vivo y que ha sobrevivido a múltiples situaciones". "El Ayuntamiento
no quiere sentarse en una mesa de trabajo presencial
y buscar una solución justa y digna", lamenta, "solo propone una opción que lo desmantela, que borra la cultura y la tradición de este enclave histórico".
El problema se remonta al 14 de marzo. Cuando se decretó el estado de alarma y el confinamiento, todo quedó en suspenso. Se anuló cualquier actividad hasta nueva orden. La famosa desescalada fue mermando las restricciones y algunas actividades de este tipo volvieron a colonizar las aceras. Sin embargo, el Rastro siguió clausurado. Las calles de los barrios de La Latina y Lavapiés, en el centro de la ciudad, aún no han sido testigos del común trajín dominical. "Además, el Rastro no es solo un negocio, es un lugar de intercambio social. Se mezcla gente de todo tipo y ejerce de punto de encuentro", agrega Torralbo.
Las medidas de seguridad sanitarias lo dejaron al margen. Con unos 1.000 puestos registrados (y la sospecha de que hay más, aunque no tengan todo en regla o no aparezcan en los documentos municipales) no se sabía cómo impulsar de nuevo este comercio ancestral. Y
las negociaciones se encallaron
. Por un lado, los tenderos acusan al Ayuntamiento de querer aniquilarlo con una distribución que malogra su esencia. Por otro, el equipo liderado por José Luis Martínez Almeida, alcalde de Madrid, critica la inmovilidad en la postura de los tenderos.
Según el consistorio, una de las posibles salidas es dividir el mercadillo en varias zonas autónomas para poder garantizar la distancia de seguridad. Así, cada de semana se instalarían unos 500 puestos (la mitad) en cinco áreas, más alejadas entre sí y dejando libre la plaza de Cascorro, el centro neurálgico y rincón mítico del Rastro. Eso sería "desmembrarlo", arguyen, y por eso se niegan. En lugar de ese proyecto,
defienden mantener su ubicación actual
con el 50% del aforo y hacer los ajustes necesarios, sin marcharse a otras zonas. Uno de los motivos es la cercanía a algunos de los trasteros donde guardan el material.
Creen los afectados que eso solo conseguirá, en el futuro, formar "cinco mini mercadillos, como guetos aislados entre sí". Para el Ayuntamiento es algo provisional y parte desde la cautela extrema, pues no se quieren arriesgar a que haya un contagio en el Rastro. "No es solo por eso", desliza Torralbo, que coordina todas las actuaciones desde su casa debido a la fatiga crónica que le ha supuesto el coronavirus, por el que la ingresaron un mes.
Torralbo, gracias a "algunos ahorrillos", "un piso de 40 metros cuadrados pagado" y una ayuda de 600 euros por cese de actividad que le permiten librarse de las "tragedias" de "muchos compañeros". "Hay quienes están al borde del desahucio o no saben a quién pedirle más préstamos", dice la portavoz, que, en su caso, invirtió 6.000 euros en material y paga 125 euros para un garaje donde almacenarlo.
Ahora, apunta, las negociaciones están en un momento de "bloqueo". A principios de junio, las tres agrupaciones de tenderos (El Rastro Punto Es, Argatsana y Asiveras, la Asociación Independiente de El Rastro) se comunicaron con el Ayuntamiento, que valoró positivamente su propuesta. "Nos transmitieron que les parecía adecuada. Al autolimitarnos voluntariamente e instalar solo
el 50% de los puestos un domingo y al siguiente el otro 50%
bajo el criterio de un puesto sí y otro no, en nuestras ubicaciones habituales, se cumplía con las medidas de distancias de seguridad y las recomendaciones sanitarias", rememora.
Poco después, sin embargo, la Concejalía de Centro presentó, "sin previo aviso", otra propuesta de reestructuración, "que nada tiene que ver con el histórico Rastro de Madrid, y que deslocaliza a todos los titulares de sus ubicaciones habituales". Idearon esas cinco vías "unidireccionales" con 350 puestos de forma rotatoria. "El Ayuntamiento sigue trabajando para que la apertura pueda ser lo antes posible, en cuanto las condiciones sanitarias y de seguridad lo permitan, volverá a recuperar toda su actividad", anotaron desde la concejalía. La junta de distrito publicó además un mensaje en el que exclamaba: "Cuidemos nuestro rastro. ¡No hay otro igual!"
Y no se supo nada más. Sputnik tampoco ha podido lograr una actualización de los planes. Pedro Santos, portavoz de Asiveras, declaraba en el periódico digital Madridiario.es que la reapertura es "cuestión de voluntad política" y que estaban esperando a que el Ayuntamiento "se digne" a mantener una reunión presencial para tratar este tema "tan delicado".
"Siempre ha supuesto en torno al 50% de nuestra facturación, pero últimamente era hasta del 60", detalla Isaac Parra, de 37 años, que lleva desde los 14 ayudando a su padre en un puesto y ahora tiene uno a su nombre. "Estamos sobreviviendo con el sueldo de mi pareja, pero el problema será peor cuando nos toque volver a pagar las tasas de autónomos", aventura el vendedor, cuyo único soporte es otra tienda sin apenas ventas.
Isaac Parra tiene claro que con la bajada del turismo, al agravio a quienes ocupaban un espacio fijo y la posibilidad de más brotes, ya se augura un gran desplome en el negocio. "Calculamos que con un domingo de cada dos y todo esto, la facturación no llegará al 20%. Y si encima lo trasladan a un sitio con menos acceso de transporte, menos, porque aquí estamos cerca de Sol o con cercanías. Pero no escuchan a la asociación y no se apean del burro", esgrime.
Este mercadillo al aire libre de la capital de España acoge alrededor de un millar de puestos y es parte de su patrimonio cultural. El COVID-19 lo ha paralizado, sin planes de regreso.
"Hoy, 23 de agosto, estamos por octavo domingo consecutivo reivindicando que se reabra ya el Rastro de Madrid. Queremos que nos escuche el Ayuntamiento", arenga Mayka Torralbo en un mensaje que circula de móvil en móvil entre los afectados por el cierre de este espacio mítico de la capital española. La pandemia de COVID-19 y el "bloqueo" posterior por parte del consistorio lo abocan al abismo, aseguran. "Son 1.000 familias sin poder trabajar desde hace seis meses", insiste a Sptunik esta tendera de 58 años que lleva 42 comerciando ropa de diseño y que aprovecha cada nueva jornada en blanco para alzar la voz.
Pide, como vicepresidenta de la asociación El Rastro Punto Es (que congrega al 60%), una solución para los miembros de este mercadillo al aire libre. La última protesta, el 23 de agosto señalado, se llevó a cabo con un mural de fotos recorriendo la historia del Rastro, cuyo origen se remonta a 1740, "para visibilizar que el Rastro es un mundo vivo y que ha sobrevivido a múltiples situaciones". "El Ayuntamiento
no quiere sentarse en una mesa de trabajo presencial
y buscar una solución justa y digna", lamenta, "solo propone una opción que lo desmantela, que borra la cultura y la tradición de este enclave histórico".
El problema se remonta al 14 de marzo. Cuando se decretó el estado de alarma y el confinamiento, todo quedó en suspenso. Se anuló cualquier actividad hasta nueva orden. La famosa desescalada fue mermando las restricciones y algunas actividades de este tipo volvieron a colonizar las aceras. Sin embargo, el Rastro siguió clausurado. Las calles de los barrios de La Latina y Lavapiés, en el centro de la ciudad, aún no han sido testigos del común trajín dominical. "Además, el Rastro no es solo un negocio, es un lugar de intercambio social. Se mezcla gente de todo tipo y ejerce de punto de encuentro", agrega Torralbo.
Las medidas de seguridad sanitarias lo dejaron al margen. Con unos 1.000 puestos registrados (y la sospecha de que hay más, aunque no tengan todo en regla o no aparezcan en los documentos municipales) no se sabía cómo impulsar de nuevo este comercio ancestral. Y
las negociaciones se encallaron
. Por un lado, los tenderos acusan al Ayuntamiento de querer aniquilarlo con una distribución que malogra su esencia. Por otro, el equipo liderado por José Luis Martínez Almeida, alcalde de Madrid, critica la inmovilidad en la postura de los tenderos.
Según el consistorio, una de las posibles salidas es dividir el mercadillo en varias zonas autónomas para poder garantizar la distancia de seguridad. Así, cada de semana se instalarían unos 500 puestos (la mitad) en cinco áreas, más alejadas entre sí y dejando libre la plaza de Cascorro, el centro neurálgico y rincón mítico del Rastro. Eso sería "desmembrarlo", arguyen, y por eso se niegan. En lugar de ese proyecto,
defienden mantener su ubicación actual
con el 50% del aforo y hacer los ajustes necesarios, sin marcharse a otras zonas. Uno de los motivos es la cercanía a algunos de los trasteros donde guardan el material.
Creen los afectados que eso solo conseguirá, en el futuro, formar "cinco mini mercadillos, como guetos aislados entre sí". Para el Ayuntamiento es algo provisional y parte desde la cautela extrema, pues no se quieren arriesgar a que haya un contagio en el Rastro. "No es solo por eso", desliza Torralbo, que coordina todas las actuaciones desde su casa debido a la fatiga crónica que le ha supuesto el coronavirus, por el que la ingresaron un mes.
Torralbo, gracias a "algunos ahorrillos", "un piso de 40 metros cuadrados pagado" y una ayuda de 600 euros por cese de actividad que le permiten librarse de las "tragedias" de "muchos compañeros". "Hay quienes están al borde del desahucio o no saben a quién pedirle más préstamos", dice la portavoz, que, en su caso, invirtió 6.000 euros en material y paga 125 euros para un garaje donde almacenarlo.
Ahora, apunta, las negociaciones están en un momento de "bloqueo". A principios de junio, las tres agrupaciones de tenderos (El Rastro Punto Es, Argatsana y Asiveras, la Asociación Independiente de El Rastro) se comunicaron con el Ayuntamiento, que valoró positivamente su propuesta. "Nos transmitieron que les parecía adecuada. Al autolimitarnos voluntariamente e instalar solo
el 50% de los puestos un domingo y al siguiente el otro 50%
bajo el criterio de un puesto sí y otro no, en nuestras ubicaciones habituales, se cumplía con las medidas de distancias de seguridad y las recomendaciones sanitarias", rememora.
Poco después, sin embargo, la Concejalía de Centro presentó, "sin previo aviso", otra propuesta de reestructuración, "que nada tiene que ver con el histórico Rastro de Madrid, y que deslocaliza a todos los titulares de sus ubicaciones habituales". Idearon esas cinco vías "unidireccionales" con 350 puestos de forma rotatoria. "El Ayuntamiento sigue trabajando para que la apertura pueda ser lo antes posible, en cuanto las condiciones sanitarias y de seguridad lo permitan, volverá a recuperar toda su actividad", anotaron desde la concejalía. La junta de distrito publicó además un mensaje en el que exclamaba: "Cuidemos nuestro rastro. ¡No hay otro igual!"
Y no se supo nada más. Sputnik tampoco ha podido lograr una actualización de los planes. Pedro Santos, portavoz de Asiveras, declaraba en el periódico digital Madridiario.es que la reapertura es "cuestión de voluntad política" y que estaban esperando a que el Ayuntamiento "se digne" a mantener una reunión presencial para tratar este tema "tan delicado".
"Siempre ha supuesto en torno al 50% de nuestra facturación, pero últimamente era hasta del 60", detalla Isaac Parra, de 37 años, que lleva desde los 14 ayudando a su padre en un puesto y ahora tiene uno a su nombre. "Estamos sobreviviendo con el sueldo de mi pareja, pero el problema será peor cuando nos toque volver a pagar las tasas de autónomos", aventura el vendedor, cuyo único soporte es otra tienda sin apenas ventas.
Isaac Parra tiene claro que con la bajada del turismo, al agravio a quienes ocupaban un espacio fijo y la posibilidad de más brotes, ya se augura un gran desplome en el negocio. "Calculamos que con un domingo de cada dos y todo esto, la facturación no llegará al 20%. Y si encima lo trasladan a un sitio con menos acceso de transporte, menos, porque aquí estamos cerca de Sol o con cercanías. Pero no escuchan a la asociación y no se apean del burro", esgrime.